Sant Jordi 2011

©Otra historia de Sant Jordi y el dragón



 Érase una vez, el noble y conocido caballero Jordi, que iba recorriendo el mundo en su viaje hacia el Conocimiento (de sí mismo, claro).
He aquí, que después de muchos días y muchas noches de viajar en soledad, vio una pequeña aldea en el valle que tenía ante sus ojos. Estaba tan fatigado y hambriento que se alegró mucho y dirigió hacia allí sus pasos.

Entonces, pudo observar por el rabillo del ojo, como si una verde montaña se acercara a él. A pesar de haber estado en muchas batallas, el verde movimiento, le hizo estremecer y sin pensárselo dos veces, sacó su espada y con medio giro, atacó(por si acaso). Vio cómo muy lentamente, la montaña se transformaba en un dragón tan grande como hermoso. Cuando le miró a los ojos, el caballero ya no tuvo miedo. Sólo sintió calor y luz en su fatigado cuerpo y esta ígnea energía le hizo olvidar sus penurias y llenó su viaje de sentido. El dragón, con una pequeña herida roja(porque en comparación con su respetable tamaño, la espada era muy pequeña), no hablaba a la usanza humana pero durante unos segundos, quizás minutos, existió tal comunicación, que nuestro noble caballero comprendió lo que el dragón-montaña le quería transmitir. Más o menos, en nuestro lenguaje sería así: “Los habitantes de la aldea han olvidado la fuerza y la luz de su dragón protector, que es lo que soy y te pido que vayas allí y les ayudes a recordar. De otra manera, esta tierra sobre la que ahora estamos, se volverá yerma ya que es mi aliento el que crea sus colores y olores. Y te diré un secreto: Soy vegetariano, no creas lo que andan contando de mí y lo único que necesito de complemento vitamínico para que mi aliento tenga esas cualidades de las que te hablo, es la imaginación creadora de los habitantes de la aldea”
Y en agradecimiento por haberle escuchado, le regaló una esmeralda y un rubí que sacó de un cofre que debía de tener escondido. Jordi, después de pedirle disculpas(por la estocada) a su benefactor, se dirigió a la aldea.La gente se congregó a su alrededor, ya que Jordi despedía un brillo especial. Y aprovechó esto para transmitir el mensaje que traía. Le miraban con suspicacia y cuando él les enseñó las luminosas piedras preciosas más de uno dejó escapar un codicioso gruñido . La situación estaba tomando un cariz francamente delicado pero hete aquí que de entre la multitud, se adelanta una princesa (que no parecía la típica princesa pues parecía una guerrera pero que era una princesa, seguro) y exclama:
“Yo te creo, noble caballero y he visto estas piedras en un sueño, sé lo que hay que hacer. Te acompañaré a ver al dragón”.
Y así, juntos y seguidos de la atónita multitud, se fueron acercaron a la verde montaña que, al verlos, se desperezó y lanzó al cielo una llamarada de alegría (que sin querer, chamuscó un poco las alas de unos gansos que iban hacia el sur, nada grave).
La princesa se acercó al dragón y tras una pequeña escalada, besó su herida (esta princesa tenía algo de curandera) y su herida se cerró.
De los ojos del emocionado dragón brotó una gigantesca lágrima, que al tocar la tierra, hizo brotar una rosa roja y perfumada.
El caballero y la princesa, uno a cada lado del dragón, sonrieron ante aquella multitud, que poco a poco comenzó a sentir la luz y el calor. Y los recuerdos despertaban poco a poco. El olor olvidado de las rosas les hizo recordar que su mayor tesoro estaba en su imaginación, que les permitía creer en tierras verdes y fértiles y en dragones y unicornios. Y Creer les hacía capaces de Crear.                                                                                                                                                                                                                     
Y desde entonces se celebra el día de Sant Jordi (lo de Santo es porque los humanos, a veces, ponemos este sobre-nombre a lo inexplicable)
Y por eso se celebra este día con una rosa y un libro, para ayudarnos a recordar. Y es que el dragón sigue por ahí, encargado de mantener el mundo en equilibrio.

 FIN
 ( Deva C.Z)


En mi biblioteca no tengo muchos libros. He hecho tantos traslados en mi vida (y deja que te diga que las letras escritas pesan lo suyo cuando acumulas muchas), que sólo conservo los que sé que voy a leer otra vez(y otra vez) algún día. Porque cada vez que los leo, encuentro algo importante que no había visto antes. Ésos son especiales y no son muchos: El barón rampante, Los Desposeídos, La sombra del viento, La Biblia envenenada... son algunos de los que siempre van conmigo.
Hoy, por ser Sant Jordi, he puesto  en una mesa fuera de la tienda,  los libros variopintos que tenía en cajas, desde mi último trasalado. Y la gente, se los llevaba de 5  en 5. Si es que a la gente le gusta leer, sobre todo si los libros cuestan 1-2 ó 3 € ;-)

1 comentario:

Aurora dijo...

dragón e historia guapos. Echo de menos al "malo". Siempre lo hay y aunque sea sólo un poquito malo quizá sea útil para advertirnos. de las espinas de las rosas. Pero claro: ya sé que el dragón y la historia son así y tú nada puedes hacer.

Espero pronto un libro de los tuyos con esas historias que te han contado tus abuelicos disfrazados de imaginación, igual que el dragón de montaña.

Gracias por la historia